En este blog se han compartido y hemos aprendido muchísimas formas de reducir nuestro consumo energético en el hogar (ver post) y rebajar la huella ecológica que éste provoca a nuestro Planeta. Estrategias imprescindibles para intentar cambiar, desde el hogar, este modelo energético que nos hemos dado y que verdaderamente deja un reguero de víctimas (ambientales, pero también humanas) a su paso.
Pero tras la puerta de nuestro hogar, siguiendo el hilo que continúa después del contador eléctrico, hay un complejísimo sistema eléctrico cuya estructura y funcionamiento, además de indescifrable para el común de los mortales, está perpetuando una forma de hacer las cosas que impide la transformación de nuestro actual modelo energético hacia otros estándares basados en la equidad, la sostenibilidad o la justicia ambiental. Un modelo energético que no vamos a poder transformar solo a partir de un consumo más eficiente y racional de la energía puertas adentro, sino que necesita que salgamos al portal y miremos más allá para actuar: la misma obviedad que nos interpela a los consumidores en el ámbito de la alimentación a través de los grupos de consumo o de las finanzas con la banca social, nos reclama también en el ámbito energético.
Justamente desde ese paradigma de consumidores activos, han surgido las cooperativas energéticas renovables, empresas de la economía social cuya vocación es simple en lo conceptual pero complejísima en lo técnico y administrativo: generar y proveer de tanta electricidad (renovable) como la que consumen sus socios y clientes. Con esta opción, han aparecido desde hace cinco años distintas cooperativas energéticas en España que están demostrando que es posible, seguro, renovable y cooperativo, abastecerse de electricidad al margen de las grandes empresas tradicionales. Se insertan en el mercado eléctrico desarrollando principalmente dos tipos de actividades empresariales: por un lado, la generación, invirtiendo en el desarrollo de instalaciones renovables con criterios ambientales muy estrictos, de fomento de la economía local y de cercanía entre producción y consumo. Por otro, en la de comercialización, las empresas que facturan a los clientes la electricidad. Se trata ésta de una actividad meramente administrativa, de forma que los clientes de estas cooperativas energéticas en un trámite de apenas un par de minutos, a través de internet y sin tener que hacer ningún cambio de instalación, dejamos de recibir facturas de las grandes eléctricas para comenzar a recibirlas de nuestra propia empresa comercializadora.
El camino lo comenzó a desbrozar Som Energia desde Girona en 2010 con 150 socios fundadores: hoy cuenta con más de 23.000 socios y 30.000 contratos eléctricos. Al poco, surge Zencer en Málaga (2011) y Goiener en el País Vasco (2012), que hoy cuenta con casi 4.000 socios. Una segunda oleada de cooperativas energéticas renovables, y al socaire y con el apoyo técnico y humano de estas tres pioneras, ha venido de la mano de Solabria (Cantabria), Nosa Enerxia (Galicia), Seneo (Com. Valenciana), Megara (Soria), Econactiva (Castilla-La Mancha) o EnergÉtica (Castilla y León) que en apenas unos meses de vida ya ha logrado alcanzar los 250 socios y el centenar de contratos eléctricos sin apenas difusión. En definitiva, el modelo de cooperativas energéticas está extendiéndose en España por multiplicación más que por ampliación, aprovechando los valores de la cercanía, la confianza y el trabajo colectivo para generar escenarios donde investigar y desarrollar experiencias en las que la ciudadanía tome las riendas de su soberanía energética.
Además de sus valores para reducir el precio de la factura eléctrica, y empoderar a los consumidores en su abastecimiento eléctrico, estas cooperativas energéticas tiene otras importantes virtualidades: solo en escenarios colectivos, donde los valores y el bien común son la norma más allá de la retórica, solo en espacios donde el ánimo de lucro se destierra por decisión colectiva, solo en esos escenarios, la creatividad social surge para resolver las necesidades comunes de forma sostenible: así como es imposible que en una junta de accionistas de una gran multinacional de la energía salga adelante una propuesta que recorte sustancialmente los beneficios de los accionistas (cerrar Garoña, por ejemplo), también resulta imposible metafísicamente que la asamblea de EnergÉtica se plantee invertir en una instalación de cogeneración, o decida subir la tarifa eléctrica para aumentar beneficios. Solo lo que surge entre iguales, y decidido de forma transparente entre todos, tiene alguna posibilidad de ser ‘sostenible’; solo desde lo común surge el Bien Común.
Formar parte de una cooperativa energéticas es formar parte del nuevo modelo energético. Supone apostar, con la fuerza de nuestro consumo, de un abastecimiento energético cooperativo y que impulsa la generación renovable. En España hay aproximadamente 28 millones de contratos eléctricos de los que apenas 40.000 los gestionan cooperativas energéticas renovables: hay sin duda margen de crecimiento para poner el sector eléctrico en manos de la ciudadanía sin necesidad de correr y conjugando el verbo cooperar en vez de competir. Sin prisa, de uno en uno, el cooperativismo eléctrico es un modelo que ha venido para quedarse ¿qué haces tú que no has dado ya el paso?
Fuente: EnergÉtica S.Coop