A partir del 1 de junio va a cambiar la legislación en el sector inmobiliario, pues todo aquel que quiera vender o alquilar una vivienda, edificio o local tendrá que tener un Certificado de Eficiencia Energética. ¿Qué implica?
A partir de esta fecha, cualquier posible comprador puede exigir al propietario que le muestre el certificado y, en el caso de que la venta se lleve a cabo, dicho propietario está obligado a facilitarle el original. En el caso de alquileres, la situación es parecida, aunque en este caso el propietario deberá únicamente mostrar el original y facilitar una copia del mismo al inquilino. El certificado, que tiene una validez de diez años, es un documento oficial que evalúa la eficiencia energética del inmueble, tanto en términos de consumo de energía como de emisiones de CO2.
Aporta una valiosa información al comprador o inquilino, ya que califica el consumo energético de la vivienda, edificio o local, a través de la etiqueta energética. Este símbolo, similar al que ya presentan los electrodomésticos para valorar su gasto y eficiencia energética, califica el inmueble a partir de una escala que va desde la letra A (más eficiente) a la letra G (menos eficiente): el indicador recoge los kilogramos de CO2 divididos por los metros cuadrados de la vivienda (kg CO2/m2 al año). A aquellos con un ratio de emisiones por debajo de los 6,8 kg CO2/m2 al año se le asigna la letra A, la mejor calificación. La peor nota (la G) es para aquellos inmuebles que superan los 70,9 kg C02/m2 anuales.
Esta “nota energética” permitirá al ciudadano contar con una nueva información a la hora de comprar o alquilar, muy útil para comparar varios inmuebles y elegir el que mejor se adapte a sus necesidades y a los requisitos de eficiencia energética.
Obtener el certificado energético y, por tanto, la etiqueta energética, no sólo aporta ventajas al comprador o inquilino, sino también al propietario. Por ejemplo, una buena calificación puede llegar a convertirse en un punto fuerte para el vendedor a la hora de tasar su inmueble. Cuánto más alta sea la puntuación del certificado (y por tanto mayor eficiencia energética practique la vivienda), más alto podrá llegar a ser el valor económico.
Además, con el certificado el propietario adquiere información de cómo funciona su inmueble desde el punto de vista energético; puede llegar a conocer qué elementos de su vivienda (calidad de las ventanas, falta de aislamiento en muros, estado de la caldera u otras instalaciones,…) dificultan un mayor ahorro de energía y mejorarlos, para así conseguir una mayor eficiencia energética .
Sin embargo, es posible que, usted no tenga por qué hacer este certificado si el uso de su inmueble se encuentra identificado en alguno de los casos que la ley considera como excepciones, por ejemplo, edificios de uso industrial o agrícolas o edificios cuyo uso sea inferior a cuatro meses al año (éste es el caso de apartamentos vacacionales).
Fuentes: Erenovable.com y Espaciohogar.com