La lucha contra el calentamiento global, el agotamiento de recursos y la pérdida de la biodiversidad debe orientar, de forma transversal, las políticas a todos los niveles. El impacto del ser humano en el planeta es una cuestión social, pues sus consecuencias se dejan sentir, fundamentalmente, sobre las capas con menos recursos.
Es necesario realizar un viraje de 180 grados en las políticas cortoplacistas que se están aplicando en materia energética, basadas en la perpetuación de un modelo que se ha demostrado insostenible y que tiene los días contados. La defensa de la fractura hidráulica o fracking, una técnica para extracción de gas natural y petróleo de rocas porosas, o la extracción de petróleo de aguas profundas, ambas técnicas con peligrosos impactos sociales y ambientales, son un ejemplo de esta huida hacia delante. Otro ejemplo, la defensa a ultranza de la energía nuclear, que llega al ridículo intento de prorrogar la vida de la central nuclear de Garoña a toda costa, al mismo tiempo que se impide el desarrollo de las renovables.
Todo ello con un único propósito: salvaguardar los intereses de grandes empresas a costa de los intereses de la ciudadanía, y en contra de resoluciones de administraciones autonómicas o municipales. La reciente declaración de impacto ambiental positiva que da vía libre a las prospecciones petrolíferas en aguas de las islas Canarias por parte de Repsol, es un claro ejemplo de ello.
Los últimos informes del IPCC constatan multitud de evidencias sobre la realidad y los impactos que ya se están viviendo en relación al calentamiento global. La modificación del clima por el ser humano, debido a la quema de combustibles fósiles, es un hecho que admite pocas dudas, y de seguir por el camino actual los pronósticos son dramáticos, con incrementos entre 5ºC y 6ºC en la temperatura global del planeta. La única manera de limitar el incremento de temperatura de forma que no se produzcan los efectos más intensos del calentamiento global, es dejar bajo tierra la mayor parte de las reservas conocidas de hidrocarburos fósiles. Y la única fórmula para lograr ese objetivo, es mediante una reducción drástica del consumo de energía en los países industrializados, junto con una apuesta clara y decidida por las energías renovables.
El respeto de los límites de la naturaleza implica abandonar la idea de que es posible un crecimiento continuado de la economía en un planeta con recursos finitos, pues la economía depende totalmente de la explotación de los recursos energéticos y materiales mundiales. Es necesario un marco de cooperación internacional real, alejado de la competencia por los recursos geoestratégicos, en el que los países industrializados, causantes del problema, se conviertan en un referente de cambio, y lo promuevan en los países que lo necesitan, mediante transferencia tecnológica y apoyo a proyectos sostenibles, al mismo tiempo que los países exportadores de recursos fósiles puedan de esta forma dejar de explotarlos.
El calentamiento global es el problema más grave al que se enfrenta la humanidad, y requiere acciones decididas y urgentes, por lo que reclamamos a las administraciones públicas un compromiso firme de lucha contra el cambio climático, tanto a nivel estatal como a nivel europeo y en las negociaciones internacionales.
Fuente: Ecologistas en acción